Previamente a estas palabras, Santa Teresa de Calcuta sintetiza la fundamentación de los títulos marianos: “María es nuestra Corredentora con Jesús. Ella dio a Jesús su cuerpo y sufrió con él al pie de la cruz. María es la Mediadora de toda gracia. Ella nos dio a Jesús, y como madre nuestra nos obtiene todas sus gracias. María es nuestra abogada, que reza a Jesús por nosotros. Solo a través del Corazón de María llegamos nosotros al Corazón Eucarístico de Jesús. La definición papal de María como Corredentora, Mediadora (o mediatriz, o medianera), y Abogada, traerá grandes gracias a la Iglesia. Todo para Jesús a través de María”.
Al mismo tiempo, esta afirmación suscita las siguientes preguntas: ¿Por qué depende de una afirmación pública y solemne del Papa que Dios derrame gracias sobre la Iglesia? ¿Eso es propio de su plan de salvación? Nadie puede oponerse a que Santa Teresa crea que María merece esos títulos; incluso el Magisterio y la tradición se los han otorgado a María en varias ocasiones, pero… ¿por qué, entonces, proclamarlo dogmáticamente y no simplemente dejar que quien quiera lo crea? ¿Qué gana la Iglesia con ello, aparte de un posible disgusto por parte de los hermanos separados, tan sensibles a los aspectos marianos?
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