Esa misión iba a ser la de una fructífera maternidad espiritual, especialmente de innumerables pecadores por los que ella iba a ofrecerse en holocausto, unida al Redentor. Como siempre que Dios elige a alguien para una misión particular y lo dota de todo lo necesario, también ella dispuso por gracia divina de los dones y talentos extraordinarios que necesitaba. Y como todo necesita ser asentado sobre la humildad para poder dar fruto, fue probada con multitud de humillaciones, que le dieron el verdadero conocimiento propio. Se veía ante Dios como el gusano más vil, y ser una gracia el soportarse sobre la tierra... Escribía: " No sé cómo me soportan"... "Si me conocieran, me echarían del convento"... "Me sonrojo de comparecer ante las demás"...
¿De qué modo me ayuda a mí este aspecto de Santa Verónica? Yo he sentido la elección del Señor y su llamada a la maternidad espiritual. Para ello, me ha hecho padecer mucho en mi maternidad física, y he ofrecido mis dolores por aquellos que dependen de mis oraciones y mis sufrimientos para encontrarse con la misericordia del Señor. Y también sé que el Señor es el que me ha dado las fuerzas en los momentos más duros... pero, a diferencia de ella, no le pido al Señor que me mande humillaciones, sino que las rechazo por ser una medicina demasiado amarga. ¡Ojalá fuera consciente en esos momentos de que sólo aceptando ser humillada se aprende a ser humilde!
Santa Verónica iba a ser un instrumento de salvación para muchos, unida estrechamente a los dolores del Redentor. Pero era necesario que ella ratificara constantemente esa vocación, y su deseo de colaborar, con su asentimiento a los planes de Dios que tan incomprensibles y duros resultaban en muchos momentos... Me ilumina esta cita de la segunda carta de San Pedro: "Poned cada vez más ahínco en ir ratificando vuestro llamamiento y elección" (2 Pe 1,10). Ella lo hizo cada día de su vida.
A través del padecer los dolores del Redentor, Santa Verónica podrá adentrarse cada vez más en el misterio de la corredención...
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